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HAsta Pronto Don Herminio

Don Herminio.

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Por: Daniel Pérez M.

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Cuando tenía 16-17 años, seguía viviendo con Fernando @alrbac de mis tres hermanos de alma. (Si saben la historia: no viví la adolescencia con mi familia biológica, parte de mi adolescencia sobrevivió gracias a mi familia adoptiva, y a que su madre tiene la fuerza y corazón de ayudar a las personas perdidas).

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Ambos entramos a trabajar de conserjes a la empresa de limpieza "Donald Clean".

Atravesábamos lo típico de la tradición sociocultural en México: La falta de recurso, la pobreza, el no tener para comer en el día. De hecho, si alguna película se basara en nuestra apariencia y situación, seríamos como los personajes Cagalera (Fer) y Moloteco (yo) de la película llamada Chicuarotes.

 

En el trabajo, fuimos asignados a un edificio con departamentos lujosos de la avenida Reforma en la siempre mágica CDMX. Nuestra misión era que al menos dos o tres veces al día estuviera siempre limpio y recién trapeado el concreto del suelo que formaba parte de los múltiples estacionamientos. El perfecto trabajo invisible de aquella fuerza trabajadora desapercibida

que mantiene el grado inmaculado semidivino del ambiente de los ricos.

 

Así que fuimos asignados a la mentoría de Don Herminio, quien sería nuestro compañero conserje.

Para describir al señor, puedo decir que era una persona que todo el tiempo mostraba su mejor cara, sin importar quien fueras: Incluso cuando se trataba de un adolescente que recién entró a trabajar como compañero laboral y que no sabe trapear.

El señor Herminio era viejo, con voz débil pero con sonrisa sincera. De las pocas personas en el mundo que cuando sonríen lo hacen con la boca y con los ojos.

Si la memoria no me falla, me parece que lo conocí unos días antes yo, y después, lo conocí en conjunto con mi amigo Fernando.

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Si alguna vez has entrado a trabajar sin tener nada, sabrás que al menos hay que esperar quince días o que se haga el corte quincenal, para recibir salario, y que tienes prohibido morir de hambre antes.

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En realidad en esta historia, sólo fue poca el hambre. No se fue completamente, pero fue combatida por don Herminio, ya que, sin ningún pesar, pagó nuestra comida; En aquel lugar vendían una especie de platillo que consistía en una porción pobre de arroz, con una porción pobre de salsa verde con poco chicharrón, y medio kilo de tortilla. Resultaba un menú perfecto para la pobreza, ya que era una forma civilizada de darle sabor a medio kilo de tortilla y sentirte ligeramente saciado. La porción del guiso era lo bastante pobre como para ser menos que un taco de guisado, pero la porción de tortilla era lo bastante generosa para que desarrollaras la forma inteligente de sobrevivir comiéndola.

Puede ser un gesto sencillo, pero para nosotros fue muy profundo, ya que, si hay algo más difícil en la vida, que el salario explotador de un personal de limpieza, sería únicamente el salario de un conserje por medio de una agencia de limpieza. Se destina muy poco dinero para los sueldos de estas personas, y cuando hay una agencia de por medio, la agencia también se lleva gran parte de este dinero. Peor aún cuando alguien paga renta para vivir, como lo hacía este señor de la historia.

Este tipo de trabajos invisibles, con el tiempo, son perfectos para desarrollar relaciones, pues el aislamiento social que te da tu invisibilidad, facilita que fluyan las palabras entre tus semejantes.

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Así fue que Fernando y yo conocimos a fondo a don Herminio, que nos contó su historia: Se trataba de una persona que provenía de Veracruz, sin celular (ni yo tenía celular, en ese tiempo no eran tan comunes como ahora), al tratarse de un adulto mayor, posiblemente ya estaban muertos sus padres, y sus hermanos estaban en situación desconocida, había trabajado para alguna industria que procesaba el mercado de pescado, y ahora se encontraba siendo conserje en la gran ciudad corazón de México.

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La forma aislada del resto del mundo de trabajar, y la fácil honestidad al hablar de don Herminio, nos hizo conocer también su lado oscuro: Alguna vez amó con toda su sinceridad a una mujer, y tuvo a su hija que era su tesoro más amado.

¿Has escuchado el refrán “Cuando la pobreza toca tu puerta, el amor huye por la ventana”? Pues, don Herminio no fue la excepción a este. Su historia fue la típica de pobreza donde la mujer lo abandona por ser pobre, procurando un mejor porvenir, y se va junto con la hija. El señor al contárnoslo se notaban sus profundas lágrimas, y nos platicaba que desde entonces era alcohólico.
 

El dolor de Don Herminio fue tan profundo que hoy, 12 años después lo recordamos mi amigo y yo platicando.

Fue una persona que siguió su vida en completa soledad, sin familiares, rentando, con una mujer que lo abandonó lejos, y que jamás pudo volver a ver a su hija.

 

Eventualmente buscando un mejor salario, emigré de ser conserje, a una agencia de seguridad privada para ser guardia de seguridad, con ese vacío legal que te permite ocupar un puesto de seguridad a tus 17 años, mientras te hagan pasar por mayor de edad. Así que desde entonces dejé de ver a don Herminio.

Mi amigo Fernando siguió en la agencia de limpieza un poco más, antes de ser cambiado a otro edificio, y que también dejara de saber de Don Herminio.

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Lo ultimo que supimos es que algunas veces faltaba a trabajar porque bebía demasiado en los momentos de soledad y de dolor. Y ese fue el motivo por el que la empresa lo despidió.


Y así fue en que una gran persona, con un trabajo invisible, se difuminó como humo hacia el oriente sin dejar rastro. Con un mundo dispuesto a olvidarlo, pero con dos personas que recuerdan su benevolencia.

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